¿VENDER, CERRAR O CONTINUAR? (L’informatiu de la construcció, noviembre 22)

¿Vender, Cerrar o Continuar? El futuro de nuestro negocio familiar

La inmensa mayoría de las empresas son familiares (88% en España) y una de sus características definitorias es la voluntad de continuación en manos de la familia; pero toda empresa familiar debe plantearse al menos una vez en cada generación, al planificar el relevo, si lo más adecuado es vender, cerrar o continuar. Porque continuar es una opción, no una obligación. Si es una familia empresaria tal vez venda o cierre y emprenda un nuevo negocio. O se continúe con poda.

Para continuar el negocio ha de tener futuro y ser atractivo para los continuadores, y estos han de tener voluntad de continuar y capacidad para hacerlo. Continuar con la empresa familiar no quiere decir necesariamente trabajar en ella; si tiene suficiente dimensión la familia puede mantenerse en el gobierno o como simples propietarios activos. Al decidir hay que ser conscientes de las emociones ya que la sangre puede nublar la vista; no hay que poner dinero bueno sobre negocio malo, ni dejar un regalo envenenado a los continuadores. La participación de externos independientes en el análisis y toma de decisión puede ayudar a objetivarla.

Dicen que vender la empresa familiar es la mejor manera de maximizar la riqueza, profesionalizar la dirección y reducir los conflictos familiares. Cerrarla siempre es doloroso, sobre todo en el caso del fundador; pero las empresas, como las personas, están de paso en este mundo.

Si la decisión es continuar conviene tener claras las especificidades de la empresa familiar: el sustantivo es empresa, familiar el adjetivo. Diferenciar el sombrero de empresa (meritocracia) del de familia (amor) es más fácil de decir que de hacer. No es lo mismo la empresa del fundador que la de primos, a medida que pasan las generaciones el capital se diluye y las visiones –todas ellas legítimas- pueden ir divergiendo. Hay que tener claro que espera la familia de la empresa, y que está dispuesta a darle. Y poner negro sobre blanco las normas de la relación bidireccional entre la empresa y la familia. Los problemas son previsibles, suelen deberse a poder, trabajo o dinero; preverlos no los evita, pero puede disminuir su intensidad y duración. La empresa familiar no debe ser una jaula dorada, de la que algún socio quiere salir y no puede hacerlo; es recomendable establecer mecanismos de salida justos para el que se va y viables para la empresa.

En todas estas cuestiones los asesores externos podemos ayudar, pero como la comadrona en el parto. Es la familia empresaria la que debe tomar las decisiones, recordando que suele ser cierto lo de que “a la larga lo bueno para la empresa es lo mejor para la familia”.

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