Ser consejero de familia empresaria puede tener aspectos aparentemente muy técnicos como ayudar a la elaboración de la constitución o protocolo familiar; pero ha de tener en cuenta que se interviene en un sistema social dinámico denominado “familia empresaria”, formada por personas con fuertes lazos sentimentales. Que vienen de tiempo atrás y es deseable que continúen en el futuro. Si no se comprenden las interrelaciones familiares es posible que solo se llegue a soluciones parciales, “no es lo mismo dar patadas a una pelota que a una persona”.
Se ha de tener en cuenta cual es la etapa del ciclo de vida de la empresa y de la familia en la que se está en el presente, y su pasado. Cuáles son las tradiciones de la familia, lo que no quiere decir seguirlas. La forma como la familia describe la historia y el presente determinan cuál es su cosmovisión. Se ha de averiguar cuáles son las relaciones y las creencias; los obstáculos. Las pautas pueden ser invisibles, es necesaria mucha experiencia para percibirlas. El objetivo ha de ser además de las cuestiones iniciales, explicitas e implícitas, también las que puedan surgir durante la intervención.
Lo primero que se ha de hacer es establecer una comunicación adecuada con la familia. Hay que ganarse la confianza, superando las naturales resistencias iniciales. Ha de sintonizarse con la familia empresaria. Los miembros de la familia han de sentir que se les comprende. El objetico ha de ser establecer una comunicación mutua. El segundo paso es realizar un diagnóstico de las alianzas, limites, poderes y cuestiones reales. Han de averiguarse las realidades existentes detrás de los síntomas; evitando caer bajo el poder de la “versión oficial” y de los “chivos expiatorios”.
Ha de saber que su incorporación provoca una nueva realidad, ya que se crean expectativas- que pueden ser irreales-. Ha de ser consciente de las señales verbales y no verbales que emite. El simple hecho de preguntar puede modificar las percepciones. El consejero aporta su propia historia. Ha de evitarse crear alianzas de forma inconsciente. Ha de tener la suficiente fortaleza para ver su influencia evitando las presiones. Ha de saber mantener la distancia.
Ha de recordarse en todo momento cuales son los objetivos. Ha de evitarse la aplicación de soluciones per-sé. Hay que tener en cuenta el menos común de los sentidos: el sentido común. Las cuestiones de la familia no lo son del consejero, pero ha de haber un deseo común de resolverlas. Aun no existe el consejero que no se haya equivocado nunca. Una buena intención no garantiza una buena intervención. La familia no ha de entregar al consejero un “cheque en blanco”. El poder de decisión corresponde a la familia propietaria.
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