Publicado Diario Expansion 10/10/17
El número de concursos de acreedores volvió a caer en 2016 y se situó en mínimos desde 2008. Esta es una muy buena noticia, ya que demuestra que la economía está mejorando. Pero no nos hemos de olvidar que se presentaron casi 20 cocnursos cada día que los juzgados estaban abiertos.
Recientemente han sido noticia en nuestra tierra el fabricante de material de papelería Miquel Rius al declararse improcedentes unos despidos objetivos, el de Fotoprix al no poder cumplir el convenio de acreedores, y el de Casdademont directamente a liquidación con oferta vinculante de unidad productiva.
Las universidades y las escuelas de negocios «no forman» a los empresarios ni a los propietarios para afrontar el concurso; y eso es el mismo error que no formar a una persona para afrontar una enfermedad grave o la muerte.
Sea la que sea la causa que lleva al concurso es casi seguro que en el mismmo sector hay otras que no lo presentan, o incluso en crecimiento. Por tanto es sin duda el empresario el responsable de la situación.
Una vez asumida la «culpa» lo que corresponde es decidir cómo se reacciona, en primer lugar a nivel personal. En la vida los problemas son siempre relativos, y por mal que estemos siempre habrá quien envidie nuestra situación. Dicen que «si la vida te da un limón, haz una limonada». Por otro laso, lo que hoy parece el problema más grande del mundo, tal vez mañana se convierte en la semilla del éxito. A veces no podemos, o no hemos sabido, evitar lo que nos pasa; pero siempre podemos decidir como reaccionamos delante de los acontecimientos (ésta es la libertad última del ser humano); y si tienes alguna duda visita a Tony Melendez en youtube.
Lo que corresponde es reaccionar con un realismo positivo, es decir «tocanndo con los pies en el suelo». Buscar con acierto asesoramiento externo. No transmitir desanimo ni mal humor.
Hay que decidir si lo mas adecuado es continuar, traspasar o cerrar el negocio. Es cierto que está decisión ha de tomarse con la cabeza; pero hay que reconocer el derecho a decidir responsablemente (haciendo números) con el corazón. A fin de cuentas, la mayoría de las decisiones fundamentales de la vida (casarse, tener hijos, a quien votar…) no se toman siempre con la cabeza, y si se hace muchas veces salen igual o peor.
Pasar por una situación de concurso es una experiencia no deseable para nadie, pero como todas las desgracias en la vida dan nueva luz a la misma. Lo que hace falta es fuerza para aceptar lo inevitable, fuerza para luchar contra lo evitable, e inteligencia para diferenciarlos.