Después del verano hay la “vuelta al cole”, y conviene recordar que uno de los elementos clave para la continuidad de las empresas familiares es la de la formación d los continuadores como personas capacitadas, libres y responsables. En la vida hay pocas decisiones realmente importantes, la educación de los hijos es una de ellas. La formación es una simiente de crecimiento lento, sus frutos se ven a largo plazo.
Si tenemos una empresa familiar, es esencial formarlos como propietarios responsables, trabajen en ella o no, conscientes de sus derechos y deberes, que son mayores que en una empresa cotizada en la que se puede ser un simple accionista pasivo, y ello porque la salida de la misma es más difícil.
Todo empresario sabe que el éxito perdurable suele ser más fruto de la ley de la causalidad que de la de la casualidad, y que por lo tanto también hay que planificar la formación. Igual que formamos a los colaboradores de la empresa, hemos de hacerlo con los futuros propietarios. Los principales ámbitos son los del mundo de la empresa en general y de las familiares en particular, el de la misma empresa, el de habilidades y los valores.
Es bien cierto que para ser un genio como Mozart o Einstein, Edison o Areces hacen falta unas dotes naturales excepcionales; pero las personas normales, con una formación adecuada y ganas pueden tener un desarrollo aceptable. El ADN no garantiza la transmisión de la capacidad empresarial, pero esta se puede cultivar. Hace tiempo que se decía que “la letra con sangre entra”, pero los métodos pedagógicos han evolucionado mucho. Los predecesores no siempre somos las personas más adecuadas para formar en todos los ámbitos, pero en algunos podemos ser insustituibles.
Los continuadores talvez no trabajaran en la empresa, pero si han de ser propietarios conviene que sepan que es y como se hace un plan estratégico, que sepan entender las cuentas de explotación, que hay que vigilar de propia mano la tesorería. Es necesario que sepan encontrar asesoramiento experto si es necesario, y que sepan hacer las preguntas adecuadas en el lugar y momento oportunos. Y que sepan como se aplica la teoría al caso concreto de su empresa familiar. Yo recomiendo a mis clientes que planifiques estancias formativas en la empresa, como premio, a partir de los dieciséis años.
Aparte de formación en conocimientos conviene darla en habilidades, como pueden ser la comunicación o el trabajo en equipo. Recordemos que a medida que crece la familia los vínculos se aflojan y estas dos habilidades adquieren mayor importancia. También es conveniente prestar atención a la formación del espíritu emprendedor, sin el que no nace ninguna empresa y que puede ser imprescindible para reinventarse y poder continuar cuando cambien las circunstancias. Aparte de formación teórica, se puede dotar un fondo para dar soporte, con criterios profesionales, al emprendimiento. Finalmente, y no menos importante, tenemos la formación en valores. Estos se transmiten fundamentalmente en el ambiente familiar y desde la más tierna infancia.