Publicado diario Expansión 6/3/18
Los empresarios somos gente práctica: sabemos que hay que ser eficientes, es decir hacer las coas bien; pero que sobre todo hay que ser eficaces, es decir obtener resultados a un coste asumible. Sabemos que a veces un proyecto que nos puede parecer bien diseñado, en el que hemos puesto esfuerzos dineros e ilusiones ha de ser pospuesto. Sabemos que hay que mirar al cielo tocando de pies al suelo. Sabemos que, como dijo Rabindrnath Tagore: si lloras las lagrimas no te dejarán ver las estrellas. Sabemos que a veces en la vida hay que pasar página, dejar de mirar atrás y orientarse hacia el futuro partiendo de la realidad de donde estamos. Sabemos que no todo depende totalmente de nosotros.
Hay una serie de circunstancias que ayudas al desarrollo empresarial y que en buen grado están en manos de los políticos. Políticos que con mas o menos acierto escogemos los ciudadanos; y sobre los que demasiadas veces escampamos mierda con ventilador.
Los políticos, estén en Barcelona, Madrid o Bruselas, han de tener de entrada dos cosas muy claras: primera que el bienestar social depende de la creación de riqueza por parte de las empresas; y segundo que éstas han de tener un en torno que las haga competitivas a nivel internacional.
Los políticos han de ayudar a crear un entorno para las empresas en el que haya una serie de elementos, como son: Seguridad jurídica; es decir, un cuerpo legislativo alcanzable y comprensible; respeto a la ley; y justicia rápida e imparcial. Estabilidad; es decir evolución previsible y a ritmo digerible. Capital humano formado, en conocimientos habilidades y actitudes. Fiscalidad no confiscatoria, que no penalice a los operadores locales y que incentive a la reinversión. Legislación laboral que permita adaptarse con rapidez a los cambios estructurales y coyunturales del mercado; en la que la necesaria protección social la de el Estado. Costes energéticos y financieros, entre otros, alineados a nivel internacional. Comunicaciones físicas y telemáticas adecuadas. Justicia social, en la que la sociedad ayude de forma motivadora a los necesitados, evitando su marginación.
Y por último, y no menos importante, orientación social favorable a la empresa, que reconozca que la economía de mercado es el sistema menos malo para el progreso social. Sobre todo las nuevas generaciones han de tener muy claro que su bienestar futuro depende de la creación de riqueza por parte de las empresas, y que ellos son los protagonistas principales de su futuro. En este sentido quiero aprovechar para felicitar a Femcat por su iniciativa “Escuela-Empresa”. Tal vez deberíamos hacer una de “Política-Empresa”.