De tanto en tanto ocupan un buen espacio en la prensa las guerras familiares. Próximas son las de los Font (Bon Preu), Gimeno-Álvarez (Corte Ingles) , Álvarez (Eulen) i Gullón, entre otras. La mayoría de las familias empresarias son partidarias del perfil bajo y lavar en casa la ropa sucia, pero los medios de comunicación tienen buenos titulares y amplifican los conflictos. Las partes lo pueden utilizar como medio de presión. Lo que dice la prensa puede ser tomado como realidad.
Al igual que podemos aprender las numerosas historias de éxito, también podemos hacerlo de las guerras familiares. Hay un libro muy recomendable, “Guerras Familiares”, de Gordon & Nicholson, agotado en español, aún disponible en inglés (Family Wars), que nos habla de los Ford, Watson (IBM), Dassler (Adidas/Puma), Batta, y Guiness , entre otros. El teatro griego y el shakesperiano nos dan también muchos ejemplos de guerras familiares.
“En todas las casas cuecen habas y en casa a calderadas”. El concepto de familia se fomenta en todas las empresas; y en todas hay guerras, sean de propiedad familiar o no. Una familia puede estar en guerra sin necesidad de empresa, los lazos familiares no impiden las disputas; Caín mato a su hermano Abel sin tener ningún negocio en común. Las guerras familiares nunca son agradables; pero si además hay una empresa añadida las consecuencias pueden ser más graves para la familia y para terceros. En las guerras familiares las emociones están más presentes.
El conflicto forma parte del desarrollo de las personas, organizaciones y sociedades. Sin conflicto no hay progreso. Mientras sea un conflicto de contenido material o procedimental es más fácil que cuando se convierte en un conflicto de identidad o inmaterial. El riesgo es que los sentimientos sustituyan a la razón.
La Primera Guerra Mundial empezó por el asesinato de un desconocido príncipe en una lejana población. Y en todos los pueblos se celebraba la salida de las tropas hacia una guerra que se esperaba corta y victoriosa. Una chispa puede llevar a una explosión incontrolable. Las guerras empiezan por un conflicto que se va escalando. Los espectadores acaban teniendo que tomar partido. Los corazones se endurecen y la energía negativa absorbe al olvido y el perdón. La racionalidad es sustituida por la vendetta del “ojo po ojo, diente por diente”.
El conflicto puede empezar soterrado e irse cociendo hasta que hace erupción como un volcán. Las raíces pueden ser intra o inter generacionales. Pueden ser estructurales, como las creadas por la construcción de muros diferenciadores entre los que trabajan y no en la empresa familiar.
Un negocio de éxito no inmuniza contra las guerras familiares. Talvez la familia se centra mucho en trabajar y formarse para liderar la empresa; olvidándose de fomentar la comunicación empática y sincera y el orgullo de pertenencia, con independencia de si se trabaja en la empresa familiar o no. Y estos dos frutos surgen mucho después de haberse plantado su semilla; y precisan dedicación de tiempo de calidad.
La causa más aparente de las guerras familiares puede tener que ver con el dinero. Talvez no tanto por lo que hace a su importe, sino en relación al sentimiento de justicia en la distribución. Muchas veces detrás del conflicto se esconden sentimientos que pueden venir de la infancia; los descendientes talvez tuvieron que competir por la atención de sus padres. La lotería genética también puede tener influencia, igual que los hermanos son físicamente diferentes, también lo pueden ser de carácter, incluso incompatibles. Los añadidos también pueden jugar un papel importante, añadiendo leña o poniendo paz.
Otra cosa puede ser la lucha por el poder. Hermanos que podrían ser amigos inseparables se ven obligados a luchar para ver quien manda, a veces de forma propiciada por unos predecesores que se piensan que así los fortalecen para hacer frente al duro mundo exterior. También hay predecesores que como el dios Saturno devoran a sus hijos con tal de no perder el poder. El poder es una de las fuerzas que más transforman las personalidades.
El nepotismo, los celos y la falta de planificación son factores propiciadores. Algunas guerras son inevitables, lo importante es gestionar su duración e intensidad. Los mediadores, árbitros y abogados pueden ayudar a encontrar una solución de continuidad o de separación justa y viable (continuar juntos es una opción, no una obligación); pueden sacar pasión a la disputa, o pueden alargarla si viven de ella. Para evitar las guerras familiares lo mejor es tener unos valores compartidos, y practicar una comunicación frecuente y sincera.