Publicado diario Expansión 16/05/17
¿Cerrar, vender o continuar? ésta es la cuestión que en algún momento han de plantearse muchas empresas familiares (EF). Cuando se habla a un empresario de la sucesión suele decir ¿“ya me quieres muerto”? Pero es ley de vida que antes o después se producirá. Y la planificación es una de las características de las empresas.
La EF ha de hacer frente a un futuro del entorno y de la propia familia que con mucha probabilidad diferente al pasado. Y hay que encararlo saliendo del marco mental habitual, olvidando los pre-juicios que nos suelen acompañar.
Para responder a la cuestión lo primero es analizar el funcionamiento de la empresa. ¿Cuál es el grado de implicación de sus integrantes? ¿Cuan estructurada y compartida está la estratégica?, recordando que el papel lo aguanta todo. ¿Cuál es la evolución de los indicadores clave de rendimiento? Hay empresa que son zombies, que están muertas y aun no lo saben, que es mejor no traspasar a la siguiente generación.
En la EF hay tres círculos de interés que se entrecruzan: empresa, patrimonio y familia. Nos podemos encontrar por ejemplo con familiares, accionistas que trabajan, o con accionistas no familiares que no trabajan. Y sus intereses no tienen porqué coincidir.
En la EF el peso de los sentimientos es muy importante, porque pueden venir desde la niñez. Si son para bien, mejor; pero si son para mal, peor. Y además se incorporan extraños (dicen que lo peor es un cuñado tonto y motivado que quiere trabajar en la EFO; extraños que mantienen relaciones horizontales y que con los comentarios “mira tu hermano…” pueden hacer mas agujero que una gota malaya.
La siguiente generación es un elemento esencial para decidir que hacer. “Estos son tiempos malos, los hijos han dejado de obedecer a los padres, dijo Marco Tulio Cicerón hace más de 2000 años. La genética ha avanzado mucho, pero aún no ha conseguido garantizar en el ADN la herencia de la capacidad ni de la voluntad empresarial.
Si lo que se decide es continuar pueden ayudar el protocolo y el pacto sucesorio. El primero no ha de ser un “cortar y pegar”, sino que ha de ser adecuado a las dimensiones de la empresa y de la familia; y actualizado con cada generación. Lo más impornate no es el documento, sino el diálogo. El pacto suceosiro es como un testamento irrevocable, que puede tener condiciones y cargas para los beneficiarios, y que además puede suponer un ahorro fiscal.
El tema de la valoración de la empresa y de los demás bienes se simplifica si es mortis causa. Y esto puede ser importante si conviene hacer una poda, porque no es lo mismo la empresa del fundador que de primos.