La fiscalidad de la empresa familiar es un tema que hace como rio Guadiana, aparece y desaparece de forma periódica. Y es como la espada de Damocles que cuelga sobre la continuidad de las empresas familiares. Recientemente han sido noticia en la presna dos resoluciones judiciales que tienen relación, tangencial en el caso de la declaración de bienes en el extranjero mediante el formulario 720, y directa en lo que se refiere a incluir las inversiones en activos financieros dentro de los beneficios fiscales de las empresas familiares. Tambien ha sido noticia la propuesta de los socios minoritarios del gobierno central de subir los impuestos en 30.000 millones. Otra noticia ha sido que en Catalunya se recauda el 45% del impuesto de patrimonio, impuesto que en la Unión Europea sólo mantienen parte de España y Noruega.
Los estados tienen tendencia natural a fagocitar y crecer en respuesta a las constantes demandas de unos ciudadanos que parece que pensemos que los dineros crecen en los árboles o caen del cielo como el maná de Moisés. Demandas que la covid ha potenciado. Para financiar su crecimiento los estados tienen un colectivo muy apetitoso: las empresas familiares, que representan el 78% de las empresas españolas, el 68% de los empleos privados y el 58% del PIB. Y los cambios en la fiscalidad se han de tener en cuenta al planificar la continuidad de las empresas familiares. La pandemia ha significado cambios en muchos mercados y sectores, y los supondrá en la fiscalidad; las familias empresarias deben re-planificar su continuidad teniendo en cuenta los cambios previsibles.
Según el último estudio KPMG sobre fiscalidad de las empresas familiares 2020 los herederos de una empresa familiar con un balance de 10 millones de euros tendrán que pagar de impuesto de sucesiones 956,900 euros en Grecia, 887,394 en Francia 340.000 en Finlandia, 300.000 en Bélgica, 268.882 en los Países Bajos, 219.450 en Irlanda, 110,769 en España (no especifica la comunidad autónoma), 63.750 en Austria, y «cero patatero» en Alemania, Italia, Noruega, Portugal, Reino Unido y Suiza entre otros países europeos. La fiscalidad de las empresas familiares se refleja en su fortaleza.
Se está preparando el libro blanco sobre la reforma fiscal y es bueno prestar atención a hacia donde parece que sopla el viento, para influir a tiempo en lo que sea posible y conveniente. Seguro que la Asociación de la Empresa Familiar de Aragón (AEFA), el Instituto de Empresa Familiar (IEF) y otras organizaciones actúan en consecuencia; pero esto no ha de impedir que todos los empresarios familiares actúen a escala individual delante de los representantes políticos que tienen a mano, sin aceptar la excusa de “no es de mi área de influencia” que estos pueden dar, ya que forman parte de un partido y pueden y deben hacer llegar las inquietudes.
Entre los requisitos que se han de cumplir para acogerse a la exención de impuesto de patrimonio y reducción del 95% en la base imponible del de sucesiones está el porcentaje de propiedad. A medida que pasan las generaciones aumenta el número de socios y se diluye el capital, alejando el grado de parentesco. Entre las propuestas para el libro blanco está la de aumentar los porcentajes individuales del 5% al 15% y los de grupo familiar (parientes de hasta segundo grado, es decir hermanos) del 15% al 40%. Además se propone eliminar el límite la limitación de tributación conjunta de IRPF y patrimonio (que es del 60% de la base IRPF). Importa resaltar la propuesta de limitar la consideración de empresa familiar a las pymes, es decir a las que cumplen dos de los tres siguientes criterios: menos de 250 empleados, facturación inferior a 50 millones de euros y balance inferior a 43 millones.
En la novela “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand, los empresarios van desapareciendo lentamente frente al saqueo administrativo. Puede parecer ficción, pero la mayor parte de los unicornios españoles (start-ups valoradas en más de 1.000 millones) tienen su sede fiscal en el extranjero; y cada vez más personas físicas contribuyentes importantes residencia en Andorra o Portugal, cuando no Madrid o Pamplona. Parafraseando a Winston Churchill “muchos miran a la empresa como un lobo al que hay que abatir, otros como una vaca a la cual hay que ordenar y muy pocos como el caballo que tira del carro”. Parece que nuestros gobernantes quieren ir ¡a por las empresas familiares!