SAS: HISTORIA DE RELEVO EN LA EMPRESA FAMILIAR (Viaempresa 9/1/19)

Joan Sas fundo en 1900 una empresa, que hoy dirige su tataranieto Adrià, es decir que está en la quinta generación y forma parte del 4% de empresas centenarias. La familia Sas ha seguido el principio de que “en un gallinero sólo tiene que haber un gallo”, por el que en cada generación hasta la cuarta quien lleva el negocio ha de tener la mayoría. En la actualidad la propiedad esta repartida entre Joaquim (el padre), las hermanas de éste con un 10% cada una, Adrià, su madre, hermana, hermano y ex-trabajadores.
Fabrican elementos de hormigón decorativo, con valor añadido lo que permite soportar unos costes logísticos que rondan el 20%. Son casi 100 personas trabajando de forma directa. Exportan el 73% al mercado francés, gracias a que su padre cogió en 1985 un compás y dijo “si desde Montblanc (Tarragona) vendemos a La Coruña y Huelva, porque no a Francia”. Esto les ha ayudado a superar la crisis iniciada en 2008, y que en su sector aún existe si bien con menos intensidad.
Cada relevo generacional ha supuesto cambios o ampliaciones de productos, o de organización. Porque siempre se ha tenido claro que hay que reinventarse adaptándose al mercado. El actual cambio está en el proceso de digitalización, en el que el ciclo de venta acaba en distribuidores locales dada la tipología de producto.
Los relevos de cada generación han estado marcados por factores como las circunstancias del entono cultural de cada época, el carácter personal del antecesor, y si este tenía vida fuera de la empresa. Cada generación ha aprendido de los relevos anteriores. Si el bisabuelo fue una “monarca” de los que mueren con las botas puestas, y el abuelo un “gobernador” de los que dejan el negocio “olvidándolo”; el padre es más bien un “embajador” que está disponible para ayudar cuando se le requiere; y si está de visita deriva a su hijo cualquier tema que se le plantee. Ha tenido claro que tenía que dejar sitio, i apoyar en público a la siguiente generación.
Adrià es el tercero de su casa, y ya tenía claro que quería incorporarse a la empresa familiar cuando estudiaba ADE. Empezó en verano en el almacén, para “para saber cuanto pesan los productos de hormigón” (1.000 Kg por palett). Al acabar sus estudios trabajo una temporada en General Electric Capital. Se incorporó al departamento de trade-marketing de Unilever, e hizo un PDD en el IESE antes de asumir la Dirección General. Adquirió así la formación y experiencia externa recomendables antes de incorporarse a la empresa familiar.
Un buen día su padre, con quien tiene una relación muy fluida, le dijo “tenemos una vacante de dirección en producción, ¿quieres incorporarte?” Así, sin hablar directamente de la incorporación, de las condiciones ni de las perspectivas de carrera, fue como Adrià se incorporo a la empresa familiar.
Adrià es consciente de que siendo el más joven de todos es el gerente. Que no es su padre. Que el poder se lo pueden dar, pero ha de ganarse la autoridad. Que es observado con lupa. Que el principal reto son las personas, y que somos seres emocionales. Que la comunicación es esencial.
En principio los accionistas futuros serán siete, de tres ramas diferentes. Sólo un trabajará en la empresa, y el resto no serán económicamente dependientes de la empresa ni de sus resultados, pero han de recibir una rentabilidad adecuada. Y sobre todo han de tener el orgullo de pertenecer a una empresa familiar que lleva su nombre.

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