Las empresas empiezan por el emprendimiento de alguien que ve oportunidades donde el resto ven problemas. Sin emprendimiento es difícil que las empresas superen los retos a los cuales han de hacer frente. A los retos disruptivos preexistentes, como la omnicanalidad, la robótica o la economía circular, muchas empresas han de hacer frente a las consecuencias del cisne negro que ha sido la Covid.
El emprendimiento es importante para iniciar nuevos proyectos, y también para reorientar los existentes haciendo las cosas de forma diferente cuando las circunstancias han cambiado. A medida que transcurren las generaciones el espíritu emprendedor de los fundadores puede haberse ido perdiendo. O incluso con el paso de los años aquel joven emprendedor de 30 puede haberse transmutado en un conservador de 70. Por lo tanto, es importante ser proactivos en la protección e impulso del espíritu emprendedor, por ejemplo reservando recursos para iniciar nuevos proyectos que enfoquen el negocio de forma disruptiva o incluso a nuevos negocios.
Yo recomiendo a mis familias empresarias clientes que apoyen de forma profesional el emprendimiento de las nuevas generaciones, aunque sea fuera del negocio original; y que asistan a jornadas de business angels para salir del marco mental que muchas veces nos limita. La tradición puede ser una de las fortalezas de la empresa familiar, pero también un freno al emprendimiento que permitirá la continuidad.
El emprendimiento en estos momentos está como nunca, la necesidad hace virtud. El número de empresas que han sido capaces de reinventarse es importante; y el de nuevos proyectos también, Es bien cierto que va por barrios, es decir, no es lo mismo el sector agropecuario o industrial sanitario que el retail o la hostelería. A veces a corto la solución no es reinventarse sino aguantar hasta que escampe; o retirarse a tiempo, para empezar un nuevo proyecto con emprendimiento. El emprendimiento tiene mucho que ver con la última de las libertades del ser humano: decidir cómo se reacciona ante los acontecimientos; donde unos ven el vaso medio vacío otros lo ven medio lleno, o combustible para un motor de hidrogeno.
Para fortalecer el emprendimiento lo primero que hay que hacer es, desde todos los ámbitos, empezando por lo políticos, prestigiar la figura del empresario, sin el que no hay creación de riqueza; como decía Winston Churchill, es quien tira del carro. En segundo lugar, hay que reducir trabas burocráticas a la creación de empresas y a su reformulación. Los costes de reorientar o cerrar una empresa desincentivan a su creación; la necesaria protección de los ciudadanos no puede recaer sobre las empresas si queremos que haya emprendedores. Los costes sociales y económicos del fracaso pueden desincentivar a iniciar un nuevo proyecto.
Las empresas familiares son más emprendedoras que las no familiares, porque representan la inmensa mayoría del tejido empresarial, de los puestos de trabajo provados y del PIB. Su vida media de 37 años es más larga que los 31 de las no familiares. De abuelos a nietos van tres generaciones, es decir 75 años. ¿Cuándo ha cambiado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial hasta ahora? De las 500 empresas de la lista Fortune 1955, en el año 2020 (65 años después) sólo quedaban 51.
Yo aconsejo a mis clientes que para alargar la vida de su empresa familiar planifiquen con antelación y teniendo en cuenta los imprevistos, que formen a propietarios profesionales y responsables, trabajen en el negocio o no, y que impliquen a los continuadores en las reflexiones y decisiones de orientación estratégica del negocio. Les digo que recuerden que el ADN no garantiza la transmisión de la capacidad y vocación empresarial, pero que estas se pueden formar a una escala razonable respetando la libertad consciente de los continuadores.
Aconsejo a mis clientes que salgan del marco mental que muchas veces nos limita, que miren como se están haciendo las cosas en otros mercados, en otros sectores, en otras empresas. Que comprendan las nuevas ideas antes de juzgarlas. Que a veces la oportunidad es dejar de hacer las cosas como siempre se han hecho; el pasado no siempre se puede proyectar al futuro. Les aconsejo que consulten con las nuevas generaciones como harían las cosas, que oportunidades ven. Tal vez los continuadores aún no saben gestionar la tesorería, pero probablemente tienen una visión del consumidor y del mercado diferente que la de los predecesores, y tal vez más acertada. Tal vez no están capacitados para conducir el coche con curvas, niebla y hielo; pero sí que pueden saber cuál ha de ser el puerto de destino y cuál es el mejor camino para llegar.