¿Continuar, vender o cerrar? Esta es una cuestión que toda familia empresaria ha de plantearse como mínimo una vez en cada generación. Al menos al planificar el relevo. Una de las condiciones para definir una empresa como familiar es la voluntad de continuidad. Pero continuar siendo empresa familiar ha de ser una opción, no una obligación. La decisión de si continuar, vender o cerrar puede ser emocional; pero conviene tener en cuenta que es lo que nos dice la razón. Y para razonar pocas cosas mejor que el método socrático: ¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Es decir, plantear una serie de cuestiones analizando las alternativas, sus pros y contras, teniendo en cuenta todos los puntos de vista, el corto y el largo plazo.
La primera cuestión es determinar si el negocio es rentable, viable y atractivo. En caso negativo ¿lo podemos reformular? Si las respuestas han sido negativas más vale venderlo antes de tenerlo que cerrar. En caso afirmativo, ¿Tienen los continuadores voluntad de continuar? En caso afirmativo, ¿están capacitados como gestores, gobernadores o propietarios? En caso negativo, ¿podemos capacitarlos? ¿Cómo?
Si el negocio es rentable y hay voluntad y capacidad de continuar, lo siguiente es plantearse ¿Cómo continuaremos? ¿Todos juntos o haciendo poda? Ha de haber una proporción entre la dimensión del negocio y de la familia propietaria. A veces más vale hacer podas al hacer el relevo en lugar de dejarlas en manos de la siguiente generación. ¿tienen todos voluntad sincera de continuar en comunidad? ¿Por qué? ¿Están capacitados como propietarios responsables? ¿Qué previsiones tenemos respecto a incorporación laboral y a dirección de la empresa, reparto de beneficios o liquidez de las participaciones? ¿Qué estructura de gobierno de la empresa y diálogo de la familia establecemos?
Las preguntas pueden ser genéricas para cualquier empresa familiar, pero es cada familia empresaria la que ha de encontrar sus respuestas concretas; porque cada empresa es un mundo, y cada familia mucho más. Gestionar una empresa ya es de por si un reto, hacerlo de una familiar en segunda y posteriores generaciones mucho más, porque además de al negocio hay que destinar tiempo de calidad a gestionar las relaciones familiares. Un externo puede aportar objetividad y método, pero es la propia familia empresaria la que ha de decidir su futuro, si continuar, vender o cerrar.
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