Publicado Viaempresa 9/7/18
Nuestro comportamiento como consumidores repite el carácter sociológico de nuestra sociedad. En un lato grado determinado por el hecho histórico de pasar de ser el “imperio donde nunca se pone el sol” a la conmoción causada por la pérdida de Cuba y Filipinas.
Somos bipolares en la capacidad de combinar el lowcost y el lujo. La penetración de los smartphones en nuestro mercado es de las más altas del mundo, incluso en el segmento de lata gama. Incluso durante lo más profundo de la reciente crisis.
Somos bipolares en la defensa del comercio local y la aceptación del extranjero. La rapidez de su penetración en nuestros mercados que les ha llevado en muchos casos a alcanzar posiciones de hecho dominantes, no es fácil de encontrar en países de nuestro entorno.
Cierto que hay verdades, mentiras y estadísticas; pero el seguimiento de la evolución del Índice de Sentimiento del Consumidor es clarificador: no tanto por la certeza de los datos como por su evolución tendencial y comparativa. Los datos concretos se pueden consultar en el ICO hasta 2004 y en el CIS con posterioridad.
En junio de 1992 el nivel era uno de los más altos del mundo. Después de los festivales olímpicos y de la expo uno de los más bajos. Pero lo mas significativo es que establecimos un recors en la velocidad de caída (15 puntos).
Ya entrados en el siglo XXI de nuevo alcanzamos los más altos niveles de optimismo, que se ven reflejados en la burbuja inmobiliaria y en el alto porcentaje de vehículos de alta gama que son incorporados a nuestro parque automovilístico.
Al estallar la crisis nuestro ISC cae más y con más rapidez que la media europea (42 puntos frente a 13). Llegamos a estar de forma continuada por debajo de por ejemplo Portugal, que padece una recesión y una intervención más fuertes que las nuestras. Alcanza su mínimo en diciembre de 2012 con 44,3 puntos. Y de repente en 2014 efectuamos una recuperación sin precedentes, y pasamos a ser el país más optimista de Europa.
En marzo de 2014 el ISC supera los 100 puntos por primera vez en el siglo XXI. Llega a 108,8 en agosto de 2017 y se sitúa en 107,0 en junio de este año.
Es cierto que el ISC mide una percepción subjetiva del futuro en relación al pasado; pero los consumidores del resto de países europeos son más centrados y estables: cuando va bien son menos optimistas que nosotros, y cuando va mal son menos pesimistas. Y esta centralidad es buena para los negocios, sobre todo en el caso del retail que es intensivo en mano de obra, y dada nuestra legislación laboral que es poco flexible para permitir la rápida adaptación de las empresas al entorno.