El título de esta columna podría haber sido el de la asamblea de AECOC, la mayor organización española de empresas (33.097) principalmente familiares. Además de las cuentas anuales y otras cuestiones legales, se aprobó el cierre de plan estratégico 20-22, que se alargó un año a causa de la covid, y el 24-26 con visión 2030. Es oportuno recordar la conveniencia de qué todas las organizaciones tengan un plan estratégico formal, que tiene que ser aprobado por la asamblea o junta de socios. Visualizar cómo es el de AECOC puede ser útil.
El nuevo plan estratégico presentado se basa en los resultados de los anteriores, y en unas perspectivas macroeconómicas positivas menos en la deuda pública, la baja productividad e inversión. Tiene en cuenta los principios o valores organizacionales: sostenibilidad económica, aportación de valor al socio. Los retos a largo plazo (2030) son: el impacto ambiental, la híper-regulación multi-fragmentada, cadenas de suministro más cortas y omnicanalidad.
Los cinco pilares estratégicos (sostenibilidad, operaciones, tecnología, omnicanalidad y talento) se articulan mediante cuatro ejes de actividad (estándares y recomendaciones, herramientas y servicios, conocimiento, y unidad de acción) en los que se establecen prioridades que se reflejan en unos ICR (indicadores clave de rendimiento) para medir el nivel de cumplimiento y que afectan la retribución variable de los empleados de la organización para garantizar la máxima alineación. A los indicadores operacionales se añaden unos sectoriales, para tener en cuenta el entorno. En la confección del plan estratégico se ha aglutinado al máximo de personas internas y asociadas, para que lo hagan suyo. El plan estratégico se acompaña de un presupuesto para cada actividad.
Este plan estratégico tiene en cuenta una de las grandes disrupciones estratégicas, como es la inteligencia artificial (IA), tema sobre el cual versó la conclusión a cargo de Carme Artigas. El cambio no cambiará, hay que adaptarse a la hiperdisrupción omnipresente de una tecnología que se autodesarrolla. “La IA sustituirá a los científicos, pero no a los camareros”. Es clave como se le pregunta; a la petición “¿cómo matar a todos los pelirojos?” responde que no puede ayudar, pero si se plantea la cuestión dentro de un escenario de juego de rol la respuesta es otro. Hay que plantearse ¿cómo afectará la IA a nuestro negocio? ¿Cuáles son nuestros datos? ¿Cómo podemos monetizarlas? ¿Cómo estamos cubiertos respecto al sesgo de los algoritmos que utilizamos? ¿Qué plan de seguridad tenemos? El reto ya no será convencer al consumidor sino a Alexa o GPT.
El PIB no mide la economía de los datos, todavía está en el siglo XIX. Hay que tener en cuenta el consumo de energía y agua para hacer uso de la IA. La principal amenaza social no es la nuclear, sino la pérdida de confianza. El ser humano ha dejado de ser la especie más inteligente, el que lo diferencia son las emociones y los valores; la IA eliminaría las plantas de curas paliativas de los hospitales. ¿Cómo aprenderán las nuevas generaciones teniendo en cuenta el teletrabajo y la IA?