En 1958 Henry II dijo “yo soy el capitán de este barco, y pienso continuar siéndolo mientras mi nombre esté inscrito en la proa». Recurría a argumentos como por ejemplo «mi nombre está grabado en el edificio» para justificar decisiones arbitrarias.
Su vida personal también había cambiado, había comprado un “Versalles en miniatura”. Una de sus hijas dijo «siempre estaba fuera, o volvía del trabajo cuando ya estábamos acostadas. Teníamos un árbol de Navidad, y regalos y todo esto. Pero en retrospectiva, pienso que hubiéramos estado más felices teniendo menos regalos, pero disfrutando más de nuestros padres”. Charlotte y Anne eran las protectoras de su hermanito Edsel, con grandes problemas de ansiedad alimentaria. Su esposa no estaba a la altura del papel que le correspondía como esposa de un alto ejecutivo. Pero tenía activismo social que unió el nombre de Ford a buenas causas. Introdujo un elemento glacial en sus relaciones matrimoniales.
Henry II empezó a beber sin moderación para procurarse la alegría y la vitalidad que hicieran su vida más intensa. Empezó a visitar prostíbulos elegantes a París. “Se sentía culpable por haber destruido a sus hermanos y por haber convertido el nombre de su padre en un motivo de risa al haber permitido el desastre del Edsel. Pero sentía también que él era quién había asumido la responsabilidad y dedicado toda su vida a la compañía, cuando esta había estado en peligro. Ahora la vida se le escurría entre los dedos”.
En 1960 McNamara fue nombrado presidente. Pero semanas después John F. Kennedy le ofreció el cargo de Secretaría de Defensa. Fue un golpe tremendo para Henry: “pasé años preparándolo. Es el primer presidente que no pertenece a la familia. Después de todos estos años de preparación, nos deja. No puedo creerlo. ¿Qué puedo hacer ahora?”
Henry concibió lo que denominó la Oficina Ejecutiva, un triunvirato. Un camello con tres gibas según la mayoría de la empresa. En 1965, Henry II desmanteló la troica designando a Miller como presidente. Experto en cifras, sin embargo, era ciego en cuanto al producto, y carecía absolutamente de carisma. Cuando se vio claramente que el Maverick, uno de los nuevos modelos con la impronta de Iacocca, iba a tener un éxito enorme, un grupo de ejecutivos principales de la Ford libró a Henry un expediente que contendía un ultimátum: «se va él o nos vamos nosotros». Enfrentado a la posibilidad de una renuncia en masa, Henry no tuvo elección. Lo que más había tratado de evitar Henry en su vida de negocios era que lo compararan con su abuelo. Era casi una fobia, El New York Times lo acusaba de poseer tanto poder como su abuelo y utilizarlo del mismo modo caprichosa.
Eleanor convocó un consejo de familia para investigar cómo era posible que Charlotte, su nieta mayor, se hubiera enredado con un hombre mayor que su padre, un playboy internacional con problemas con el gobierno de los Estados Unidos y con la Iglesia Católica. Todas las mujeres Ford habían mantenido las apariencias frente al descarrío de los hombres históricamente para mantener el estándar de la familia Ford. Su hermana Anne anunció su intención de contraer matrimonio con un playboy con quien su madre había iniciado una relación como revancha contra su ex marido.
Henry II era una paradoja. En muchos aspectos era una regresión a la figura de su abuelo, una figura de tremendo poder; sin embargo, había en él más caracteres de su padre. Recelaba del poder en sí mismo, particularmente en el contexto de un negocio familiar, recordando la manera en que había afectado su abuelo cuando lo tuvo, y la forma en que afectara su padre cuando se usó en su contra. Por eso seguía interesado en instalar el sistema gerencial de la General Motors, en el cual veía un antídoto para el culto a la personalidad, culto de las prerrogativas del cual, sin embargo, disfrutaba con agrado.
Nadie se daba cuenta que su personalidad se había formado en el marco de una negación y ocultación casi obsesivos de su propia familia, a pesar de que el hecho que todos los Ford parecieran necesitar del alcohol como mecanismo para liberarse. No solo había luchado para afirmar su propia personalidad frente al monstruo destructivo que había aplastado a su padre, sino que también había tratado, a su modo emotivamente inexpresivo, de abrir un espacio familiar para el desarrollo individual de sus integrantes. Los resultados eran desmoralizantes, tanto para él como para los otros. Charlotte, particularmente, continuaba dando lugar a una publicidad tan extravagante y degradante que Henry se preguntaba si sería una manera de herirlo indirectamente.
Su madre expresaba muy claramente que él la había desilusionado. Su hermana Dodie, todavía bastante vinculada a él, no había tenido mucho de éxito en la vida. Su hijo Alfred se había unido al movimiento religioso hindú de la HareKrishaa. Su hija Eleanor tenía tantas incertidumbres sobre su familia que a veces negaba su apellido.
La familia le había impuesto la responsabilidad de ser su líder, para después censurarlo como su oveja negra. Pero Henry II carecía de la autocompasión que había hundido a sus hermanos. Su control sobre la empresa podía haber empezado como una necesidad; si así había estado, hacía mucho de tiempo que se había convertido en una elección deliberada.
A la penúltima entrega de los Ford podemos ver como el liderazgo además de una responsabilidad puede ser un peso, el contraste entre el poder empresarial y la vida familiar, el peso del ego y el fracaso familiar. Nos podemos plantear cuestiones como: ¿qué se nuestra definición de éxito como familia empresaria? ¿puede diferenciarse liderazgo empresarial y familiar? ¿cómo son las relaciones intergeneracionales?