La probabilidad de continuidad de las empresas familiares tiene un alto grado de correlación con su profesionalización. Un error típico al hablar es la de hacerlo de su profesionalización al referirse a la incorporación a la empresa de personas externas a la familia. Profesionalizar la empresa familiar no quiere decir necesariamente sacar a la familia de la empresa, ni incorporar externos quiere decir necesariamente que estos sean profesionales. Los familiares pueden ser unos perfectos profesionales, como lo demuestran los resultados de muchos de ellos. Y los externos pueden ser auténticos cafres con titulación de los mejores MBA, como demuestra el caso ENRON.
Profesionalizar la empresa familiar (que son la inmensa mayoría) quiere decir que los requisitos de incorporación y promoción laboral, los sistemas de toma de decisión y asignación de recursos, el sistema retributivo y el de control; y los órganos de dirección y gobierno (de la empresa y familia) siguen criterios profesionales; equivalentes a los de las empresas no familiares. Así pues, habrá plan estratégico, presupuesto, rendición de cuentas, comité de dirección y consejo asesor o de administración, con independientes, en la empresa; y asamblea familiar, consejo de familia y, puede-ser y todo, oficina familiar. Todo en proporción a las dimensiones respectivas de la empresa y de la familia, porque no es el mismo una empresa de una facturación de cien mil o cien millones de euros ni una familia de cinco o cincuenta y cinco integrantes.
Las personas, de la familia y no, tienen que tener la formación, los conocimientos, las habilidades y la experiencia adecuada para el lugar que ocupan y sus responsabilidades. Y además tienen que compartir los valores. Los órganos tienen que tener un funcionamiento con orden del día, información previa adecuada, librada con antelación suficiente, actas de los acuerdos tomados y memorándum de los debates sostenidos. Su funcionamiento tiene que evaluarse de forma periódica.
Una vez dejada clara que quiere decir profesionalizar, centrémonos en la externalización. El ideal es la independencia: que ni la familia dependa de la empresa, ni ésta de aquella; es decir que los miembros de la familia pueden vivir sin trabajar a la empresa ni recibir dividendos de ella; y que la empresa tenga un equipo humano no familiar adecuado; que si hay algún familiar a ella es por su capacidad.
Para externalizar totalmente es necesaria una dimensión mínima de la empresa; y la mayoría son pymes, si no micros. Si no se puede externalizar por dimensión la dirección de una empresa familiar quizás es que no estamos ante una empresa, sino de un buen trabajo desarrollado con ayudantes.
Externalizar es recomendable porque es estadísticamente difícil que un familiar sea el candidato menos malo disponible por un lugar y momento determinado, y además tiene la gran ventaja de que es más fácil despedir a un no familiar que a un familiar. Tiene dos grandes riesgos. El primero, la volatilidad más grande de un externo en relación con un familiar. El segundo el gran riesgo de incentivar la desafección de la familia propietaria respecto a la empresa, lo que puede facilitar su venta y posible consecuente desarraigo en la toma de decisiones. Para evitar este riesgo de desafección, en el Grupo Simón hay una serie de integrantes de la familia que sin ningún poder ejecutivo están habilitados para estar a la empresa, en cualquier reunión y con cualquier persona, como observadores; para que la familia propietaria no pierda la conexión directa con la empresa, y por qué “el ojo del amo engorda el caballo”. Una política que requiere una fuerte cultura familiar y empresarial y que es muy difícil de replicar dada la alta facilidad de producir cortocircuito a la línea de mando.
Una cuestión que a veces no se tiene en cuenta son las posibles consecuencias fiscales de la externalización. Entre los requisitos para disfrutar de los beneficios fiscales de la empresa familiar hay el que un integrante del círculo familiar propietario desarrolle funciones de dirección efectiva a la empresa familiar.
Profesionalizar y externalizar no tiene que ser un objetivo, es un medio para ayudar a la continuidad de la empresa. Es importante que las familias empresarias reflexionen sobre su grado de profesionalización y externalización, y sobre la conveniencia de aumentar los dos. Hacer esta reflexión, tomar las decisiones oportunas y ejecutarlas, es importante para la continuidad de la empresa, por la preservación del patrimonio y por la felicidad de la familia; los tres grandes objetivos que hay que compaginar.