Escoger quién ayude la familia empresaria a planificar su futuro, como toda decisión importante, hace recomendable analizar alternativas y tener claros los criterios de decisión. Requiere consenso y que no se vea cómo “de parte” de quien hace la propuesta.
Se tiene que saber cuál es el marco teórico que hay detrás de cada opción, su experiencia y referencias. El carácter multidisciplinario de las cuestiones de familia empresaria (negocio, fiscal, mercantil, civil, psicología, sistémica familiar…) y la poca experiencia en su utilización hacen que fácilmente puedan presentarse personas con poca visión holística o incluido “aprendices de brujo” que con buena intención pueden hacer más mal que bien.
El consultor de la familia empresaria tiene que escuchar de forma empática (poniéndose en su lugar) a todos los integrantes de ésta, prestando atención a las emociones, sin tomar partido, buscando las posiciones comunes. Tiene que seguir el ritmo de la familia, sin colapsarla con demasiadas aportaciones, y abriendo la puerta a que expresen sus puntos de vista. Tiene que identificar los acontecimientos, los retos más importantes y los tabúes sin aceptar a ojos cerrados la información, manteniendo el foco en la familia como sistema por encima de las individualidades.
Es importante tener en cuenta que la tarea del consultor de familia empresaria es como la de la comadrona en un parto. Aporta experiencia, información, otro punto de vista … El consultor tiene que ayudar a la familia a localizar sus retos actuales y futuros. Y a generar alternativas de actuación ante cada uno de ellos, y aportar si es necesario; y ayudar a evaluarlas desde todos los puntos de vista y perspectivas temporales; pero las decisiones, y sus consecuencias, son de la familia empresaria.
Desde el principio se tiene que definir con claridad qué son los límites de la colaboración, que espera la familia y que puede aportar el externo. La familia y sus integrantes se tienen que sentir cómodas en una relación de confianza.
El ritmo lo tiene que marcar la familia empresaria, y cada una tiene el suyo; si bien el consultor tiene que ayudar a gestionar los tiempos. Tan malo es quizás alarga indefinidamente un proceso hasta que se convierta en caduco como querer cosechar los frutos antes de que maduren. El consultor tiene que ser flexible y paciente, sin perder el norte: ayudar la familia a definir y hacer su camino en relación con las empresas. Por eso hay que poner las luces largas y tener una visión generacional (20 años vista).