“Padre trabajador, hijo vividor, nieto mendigo” o “de nada a nada en tres generaciones” son dichos populares que sostienen la mentira de la vida corta de las empresas familiares, cuando los datos indican que tienen una vida más larga y una supervivencia a las crisis mayor que las empresas no familiares.
La empresa familiar más antigua del mundo es el hotel Hoshi (Kioto, Japón, 718). En Cataluña hasta hace poco se decía que la más antigua era Codorniu, de la familia Raventós, con orígenes en 1551; pero el 2018 la mayoría de las acciones se vendieron a un fondo de inversión; aunque se podría afirmar que la empresa madre -la finca originaria- continúa propiedad de una rama que se separó el 1982. Quizás podrían reclamar mayor antigüedad Roqueta Origen (1199). Ambas empresas vitivinícolas, porque parece que el arraigo en la tierra alarga la duración, en el sentido que el modelo de negocio tiene menos cambios.
A título de ejemplo podremos ampliar la lista de empresas centenarias catalanas con Uriach (1838), Casals (1870), Torres (1870), Pont Aureli y Armengol (1875), Jori Armengol (1892), Sas (1900), Cottet (1902), Borges (1914) y Simon (1916), entre otros.
¿Tenemos que incluir en la lista a La Farga Lacambra? Es originaria de 1808, pero cambió de familia a Fisas-Guixa en 1985. ¿Cuándo es centenaria una empresa familiar? ¿Cuándo lleva más de cien años con la misma familia marcando la estrategia? ¿Y si deja de ser propiedad de la familia? ¿Y si una rama familiar se separa y sobrevive? Dejando aparte discusioness que pueden parecer similares a las del sexo de los ángeles, está claro que las empresas familiares que perduran son dignas de análisis para tratar de sacar aprendizajes que sirvan al resto.
A medida que pasan las generaciones el peso del legado (algo que se recibe de las generaciones precedentes para pasar fortalecido a las siguientes) aumenta, y quizás también puede hacerlo el del excesivo respecto a la tradición como freno.
En primer lugar, hay que recordar que hubo unos fundadores que probablemente implantaron unos valores y una misión que se ha transmitido, de forma flexible, pero manteniendo las raíces, generación trás generación; que sirven de guía para tomar las grandes decisiones. Han mantenido el emprendimiento de los fundadores, siendo capaces de adaptarse a los cambios en el mundo de los negocios y aprovechar las oportunidades. El análisis de sus historias nos dice que “para gustos colores”, en unos casos parece que en su pervivencia ha tenido mucho peso la prudencia financiera; en otros la capacidad de asumir riesgos que parecían irracionales; como se dice “bien está el que bien acaba”; las decisiones suelen ser jugadas a agua pasada por sus resultados.
Aparte de lo mencionado, comparten una serie de características bastante comunes. Tienen claro que el sustantivo es empresa, familiar el adjetivo; que lo que es bueno para la empresa a la larga es el mejor para la familia. Practican una comunicación bidireccional empática entre la empresa y la familia, y dentro de la familia. Planifican el futuro. Profesionalizan los sistemas y estructuras, sin que esto signifique necesariamente expulsar a la familia de la empresa. Forman a los continuadores para sus roles. Tienen unas normas actualizadas para regular las relaciones entre la empresa y la familia, teniendo muy claro que puede esperar la una del otro.
Las empresas familiares centenarias son fuente de aprendizaje y de orgullo.