EMPRESA Y SINDICATOS (El Heraldo de Aragón 23/2/25)

La aparición de los sindicatos fue esencial en la mejora de los derechos de los trabajadores, y tiene una importante función en el diseño del estado de bienestar.

Uno de los cambios a los que tiene que hacer frente una empresa familiar cuando crece es a la aparición de los sindicatos en su día a día. Todo cambio, aunque sea para bien, genera tensiones. Cuando la empresa es grande puede tener una estructura de gobierno y dirección en la que haya una función especializada en la relación con los sindicatos. Pero en la mayoría de empresas al frente de ellas hay una persona orquesta.

Como cada uno cuenta el mercado según le va, voy a contar mi experiencia empresarial con los sindicatos, porque los recuerdos no escritos se los lleva el viento; y sabiendo que de toda historia hay diferentes versiones, todas ellas ciertas, según el punto de vista.

Me hice cargo de la empresa familiar a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, con casi cien trabajadores y sin delegados sindicales. Al entrar en el siglo veintiuno éramos más de trescientas cincuenta personas. Pedimos una subvención para formación a la Comisión Tripartita que se nos concedió, y a las pocas semanas se presentó un sindicato pidiendo la convocatoria de elecciones sindicales. No sé si entre ambos hechos hubo relación de causalidad o de casualidad, pero dicen que “piensa mal y acertarás”. Buscamos un abogado especializado en negociación colectiva, ya que el asunto excedía a nuestra laboralista habitual.

El otro sindicato mayoritario en el país impugno la convocatoria y no sé cómo fui demandado por atentar contra las libertades sindicales, con comunicación a la fiscalía por la posible existencia de delito penal. El abogado me dijo: “tranquilo, todo forma parte del teatro habitual”. La causa no prospero.

El comité de empresa fue constituido por cinco independientes y cuatro del sindicato convocante. A continuación, dos de los minoritarios demandaron ante magistratura a la empresa por el sistema salarial argumentando que en el mismo había un variable subjetivo dependiente de la opinión de los clientes. Antes de entrar en la sala de vista el abogado de los demandantes, en un aparte, me dijo “con dieciocho mil lo arreglamos”. Ganamos el juicio en parte gracias al testimonio de otro delegado minoritario.

Todo esto me llevo a crear una nueva linea de negocio basada en autoservicio con el mínimo de personal y la máxima estandarización, aplicando el consejo de “lo que puedas pagar con IVA no lo pagues con seguridad social” que de forma reiterada había oído a un empresario.

La gran recesión iniciada en 2008 nos pilló con una plantilla total de quinientas personas y lamentablemente tuvimos que aplicar ERE temporales, con gran comprensión de todos los afectados. Dejamos de cubrir las vacantes que se producían y la plantilla se redujo lentamente en un cuarenta por ciento. Las cosas empeoraban más rápidamente de lo que actuábamos y, por causas endógenas y exógenas, estructurales y coyunturales, decidimos en 2013 poner fin al proyecto empresarial con la presentación de un concurso de acreedores y posterior plan de liquidación ordenada, que duro casi dos años con venta de unidades productivas y cierres.

En los diferentes ERE definitivos tuve ocasión de experimentar de primera mano diferentes negociadores. En un caso la representación de los trabajadores la lidero un abogado laboralista sin experiencia en casos similares; fue una farragosa negociación. En otro se incorporó al comité negociador dos liberados sindicales que se repartían el papel de bueno y malo provocador sobrepasando el insulto personal; realmente me costó seguir la instrucción de nuestro negociador de “estate callado como un muerto y no entres a ningún trapo”. Durante esta negociación recibí llamadas en mi domicilio particular, a altas horas de la madrugada, avisándome de desgracias en instalaciones o en mi entorno familiar. En el tercer escenario teníamos enfrente una conocida cooperativa de abogados laboralistas que fueron unos auténticos profesionales. Acudían con la historia y los números bien estudiados y con un trato exquisito apretaban hasta el fondo; desde luego fueron los más duros de todos.

No sé en qué grado todas estas experiencias influyeron en que reorientase mi vida profesional hacia la consultoría en lugar de continuar con la actividad emprendedora. 

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