Simplificando podemos dividir a los accionistas de una empresa familiar en activos y pasivos, aunque también los hay pesebristas o moscones, entre otros.
Los accionistas pasivos desconocen cómo es el mundo de los negocios y en realidad la empresa, no saben cuáles son sus derechos, tienen desinterés o miedo a participar, no tienen formación ni información, no están dispuestos a hacer sacrificios. Como dice Miguel Ángel Gallo “tener un accionista pasivo es un mal activo”.
Con el paso de las generaciones, a medida que nos alejamos de los fundadores, la tendencia natural es la de que aumenten los pasivos. Ello es debido también a la creciente tendencia a separar a la familia de la dirección e incluso gobierno de la empresa a medida que ésta adquiere dimensión, con objeto de garantizar la profesionalización.
Más de un directivo de empresa familiar cree que los accionistas familiares que no trabajan en el negocio están para agradecerles su dedicación y esperar simplemente un dividendo a largo plazo. Pero olvidan la necesidad psicológica que tenemos de refirmar nuestra individualidad, lo que puede llevar a que “se despierte el monstruo de la desunión”, especialmente en momentos de turbulencia.
Para realmente tener accionistas activos es esencial que sean libres. Más allá de los fundadores los accionistas familiares han recibido su participación; es conveniente que puedan reafirmar su verdadera voluntad de pertenencia no ejerciendo un derecho de salida justo para ellos y viable para la empresa.
Hay que crear una cultura en la que se valore positivamente las preguntas y el cuestionamiento del negocio, en los foros y canales adecuados.
En mi experiencia trabajando con familias empresarias he observado que, en algunas ocasiones, especialmente en multigeneracionales, no hay una relación entre adultos, sino que los jóvenes son tratados en el fondo como niños, aunque ya sean padres. Este tipo de trato facilita la desconexión y consecuente pasividad.
Convertir a los accionistas pasivos en un activo requiere un esfuerzo planificado para formarlos e interesarlos; crear espacios y actividades en las que dialoguen sobre la empresa y su futuro en relación a la familia. Los accionistas de una empresa familiar no pueden estar aislados, ha de hacer ¨piña”; herramienta que me da buenos resultados para ello es la discusión conjunta de casos, en las cuales surgen las opiniones personales sobre situaciones que pueden plantearse en relación a la empresa familiar, y al mismo tiempo que se crea un lenguaje común se aumenta el conocimiento como accionistas presentes o futuros.